28.4.08

En Bolivia se juega el futuro

Por Luis Bilbao (*)

Toda persona consciente debería preocuparse y ocuparse por lo que ocurre en Bolivia. Estados Unidos está a punto de deflagrar allí una guerra que sacudiría a la región y, a poco andar, llevaría a un estado de conmoción y beligerancia a Suramérica entera.
La excusa es la autonomía de cuatro departamentos (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija); el instrumento, la oligarquía; los medios, cuerpos mercenarios financiados, entrenados y comandados por el Departamento de Estado a través de la CIA y otras agencias; el objetivo, fragmentar a Bolivia, detener el proceso revolucionario encabezado por Evo Morales, introducir una cuña de fuego en el Cono Sur y crear las condiciones para atacar luego a Venezuela y Ecuador. Desde el domingo pasado, también Paraguay está amenazado.
Estados Unidos necesita la guerra. La economía capitalista ya no puede respirar sin ella. Yerran quienes creen que el empantanamiento del imperialismo en Irak le impide abrir otros frentes de combate. Es a la inversa: sólo les queda huir hacia delante. Pero buscan hacerlo por una diagonal, espejando la línea de acción en Medio Oriente: hallar fisuras objetivas en las formaciones económicas, sociales, étnicas y religiosas; azuzar conflictos latentes; desatar la guerra entre facciones, ponerse sobre ellas y cabalgar sobre la destrucción mutua de pueblos.
La diferencia con aquella zona devastada por la invasión, las luchas intestinas y el constante alimento a la guerra (ya los candidatos a suceder a George W. Bush subrayaron su disposición a “arrasar a Irán”), es que en América Latina existe el germen de un centro político continental. Los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia han asumido la necesidad de enfrentar al imperialismo en las condiciones del mundo contemporáneo, es decir, atacando por la raíz al capitalismo.
La reunión de emergencia realizada en la madrugada del pasado 23 por Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Carlos Lage en representación de Raúl Castro, y las decisiones allí adoptadas, son indicativos de que ese bloque comienza a actuar como dirección política internacional.
Pero no es suficiente. Los partidos y organizaciones con los que cuentan esos cuatro gobiernos son la vanguardia revolucionaria del continente, pero no alcanzan aún a nuclear y abroquelar al conjunto del activo obrero, campesino, juvenil y popular desde el Bravo a la Patagonia. Ésa es una tarea pendiente.
La única vía para llevarla a cabo es que esas vanguardias, en toda su diversidad, encuentren el camino de las grandes mayorías y consigan explicar y persuadir a millones de lo que está tan claro pero a la vez tan oscuro: el imperialismo, las oligarquías que se le subordinan y las posiciones vacilantes que dudan en plantarse con firmeza frente a la Casa Blanca, nos están llevando al abismo de la guerra. Hay que detenerlos. Es preciso sumar voluntades, en el más amplio espectro posible, a partir de la simple comprensión de la amenaza.
No se podrá impedir la violencia pidiéndole a Evo, como hace la OEA, que negocie con los perros de la guerra azuzados por Washington. Se trata de defender incondicionalmente al legítimo gobierno indígena de Bolivia. Y por todos los medios necesarios.
Urge convocar reuniones en cada ciudad de América Latina para explicar y debatir esta coyuntura dramática. De esas miles de asambleas deberán surgir acciones de movilización y formas de enlace nacionales y regional. Y estar prontos para enviar delegaciones a La Paz, realizar actos, conciertos, encuentros de todo tipo, en todas partes, con todos y todas quienes entiendan la gravedad del momento y con la única consigna de amarrar las manos asesinas del imperialismo.


(*) Director de la revista América XXI

8.4.08

CARTA A LOS AMIGOS DEL SÁBADO

Por Juan Sasturain

Queridos, parto de la premisa de la definición de amigo que nos dejó al pasar el Negro Fontanarrosa: “Un amigo es alguien que si un día viene y te dice entusiasmado Acabo de ver una película iraní vos podés contestarle sin mayores miramientos No me empieces a romper las pelotas. Eso es un amigo”. Es decir: alguien con quien se puede ser sincero y discrepar –por ejemplo– sin temor de romper nada porque no hay posibilidad de malos entendidos. Nada que se pueda romper es importante porque si se rompe es porque no tiene importancia. Porque la base está. “Amar es no tener que pedir perdón”, decía en otro registro contiguo y más cursi el slogan de la alevosa Love story. No es nuestro caso, claro. Pero va por ahí.
Como la base está, Nene, puedo no ir a tu casa una reunión de sábado a la noche en que me había comprometido, no avisarte incluso, y mal/bien explicarte después que “todo se complicó” sin elaborar excusa ni inventar mentira. Y podría haber cruzado pretextos, pues tenía dos cumpleaños de amiga/o querida/o –como se usa por esas cosas de la ultracorrección– y no fui a ninguna parte.
Valga esta carta entrecerrada para tratar de explicar ahora que más o menos lo veo –dos días después– qué carajo (nos) pasó para decidir un poco inercialmente quedarnos en casa el sábado, “no estar con gente”, una categoría más amplia que amigos, por supuesto. Hablo por mí, y no hablo por la reunión en tu amorosa casa, Nene, en la que me siento como en la mía y nadando en complicidades, sino por cualquier tipo de encuentro en general. La idea es haberme dado cuenta de que era preferible para mí y para cierto concepto acaso equívoco de salud no cruzarme con nadie, incluso contrariando las ganas. ¿Qué había ahí? Es increíble, pero ahí estaba la política, fue por la política. La inevitable política. La puta política.
Querido Federico –que no fui, tampoco, a tu cumpleaños–, te cuento que hace mucho tiempo que trato de no discutir de política, de no pelear por ella. Es que no se trata de una cuestión más, sino que por muchos años fue la cuestión que definía todo. Desde que me fui del peronismo y del jetoneo con el primer sapo de la interminable Serie Menem atragantado –el indulto a los milicos y afines, va a hacer pronto veinte años–, no estoy parado en ningún lugar partidario, no voy a la Plaza, no hablo desde ningún lugar sino desde las pobres y a veces vacilantes convicciones, una posición compartida por tantos que tenemos opiniones pero no vocación política/partidaria.Es que uno no se va de ciertos lugares porque deje de creer en lo que creía sino porque deja de reconocer a ese lugar como representativo de las cosas en las que sigue creyendo. Y no se va a otro lado.
Se recoge, se va para adentro. Algo así.Por eso, Andrea –y me disculpo acá, bah, te cuento– uno ha hecho autocrítica de su eventual intolerancia o ceguera calentona y reduccionista de otros tiempos, y siente o sabe que la mayoría de las veces no vale la pena discutir por política (ni por cualquier otra cosa). Sobre todo, trata de no cruzarse al pedo con energúmenos irreparables (es inútil) sino disuadirlos; no discutir con el taxista (bostezar) ni amargarse con radios de mala leche.
Mi viejo, por ejemplo, ponía a Neustadt para putearlo, leía La Nación para confirmar qué no debía opinar. No me parece. Mejor dejarlo, como decía el sabio Vallejo.En esa línea, amigos, cansado –acobardado, mejor–, un poco escéptico pero jamás cínico, uno apuesta cada vez más a “la paz resfriada” en detrimento de “la guerra con salud”, se borra del peloteo, soslaya chicanas, le gambetea cada vez más al “nosotros” contra “ellos”, se fija y calla. Y opina sólo y si le preguntan de lo que cree saber. Que cada vez es menos.Hasta que –vos lo sabés, Nene, lo pueden entender Federico o Andrea– en determinadas circunstancias algo sucede. Como si todo se volviera a plantear, como si en este país nunca hubiera pasado nada y cada uno se inventara una virginidad política a medida de la ocasión y del olvido. Y ahí uno, literalmente, siente que toda la tarea de autocontrol y budismo zen de entrecasa aplicado a la cuestión política se va al carajo. Porque más allá de haberse sacado escuditos y marchas en busca de coherencia personal, más allá de atorrantes, patoteros y corruptos impresentables que ensucian la mejor foto, hay gestos enfrente tan repugnantes que lo obligan a uno a trazar una raya de tipo barrial: con éstos no, con éstos no me junto, no aprenden, no quieren ver, el odio los ciega.
Y ahí, por eso, uno siente que si habla se saca, que va a terminar a los gritos y a las trompadas como en los viejos tiempos, que no puede ser que haya que ver y escuchar cosas (espontáneas, viscerales, verdaderas) que parecía que nunca más... Nunca más –qué palabritas– porque los milicos están desactivados o en otra... Porque la coyuntura internacional y latinoamericana no ayuda. Porque si no, en la Argentina no faltarían nudillos para golpear en la puerta de los cuarteles... Y este exabrupto nada tiene que ver con los reclamos justos, muchos justísimos, del sector en conflicto.
Hay que negociar, como debe ser. Y puede ser largo el tironeo, y cabe, y todos deben (debemos) escuchar, tratar de entender y si corresponde, cambiar. Ninguna protesta debe ser desatendida, y menos ésta, con tanta gente que está jodida.Repito entonces –Nene, Andrea, Federico, amigos míos– y de nuevo estoy sacado: esto nada tiene que ver con las razones que me hicieron no salir el sábado, dejarlos colgados, evitar cruzarme y charlar con clase media porteña a la que pertenezco.
Es que después de lo que escuché en las adhesiones a la protesta, después de la visión y lectura de algunas coberturas del conflicto, después de ver aflorar el prejuicio, la ceguera y la peor mala leche clasista histórica sólo me salía, si acaso me cruzaba con alguno, mandarlo a él y a todos esos –supongo inconscientes– a la reputísima madre que los reparió. Y no cabía ni cabe. Una vez más, la política no vale la pena.
Buenas noches.

5.4.08

UNA RESOLUCIÓN ACADÉMICA SOBRE LAS FALTAS DE ÉTICA EN LAS COBERTURAS DEL CONFLICTO.



LOS MEDIOS CON LA SOJA AL CUELLO



EL CONSEJO DIRECTIVO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES APROBÓ UNA DURÍSIMA RESOLUCIÓN CONTRA EL MODO EN QUE FUE CUBIERTO EL CONFLICTO DEL CAMPO Y EL GOBIERNO. MENCIONAN LAS FALTAS DE ÉTICA, LA FALTA DE DISONANCIAS Y OCULTAR INTERESES ECONÓMICOS.



Por Horacio Cecchi

Hace tres semanas, todavía se podían escuchar, como crítica al Gobierno, comentarios y versiones sobre el férreo control que ejercía sobre los medios. Cuando inició esa tercera semana ya no se habló más del tema. La realidad hizo añicos versiones y comentarios. Al contrario, se pudo escuchar un abanico de descripciones mediáticas sobre el lockout patronal agrario, disfrazado de justo reclamo, adueñado de la fórmula de los piquetes, pero piquetes buenos, protesta de “la gente”, temerosa, bien vestida, de familia.

Crónicas sobre la gente decente. El 1º de abril, el mismo día en que Cristina Fernández de Kirchner llenaba la plaza con “los otros”, el consejo directivo de la Facultad de Ciencias Sociales votaba una durísima resolución sobre la cobertura que realizó la mayor parte de los medios sobre el lockout agrario.Durísima no porque asumiera una postura crítica en torno del debate retenciones sí-retenciones no, ni tomara partido en el tira y afloje del agro y el Gobierno, sino porque asumió su papel de formadora de periodistas: dentro de la Facultad de Ciencias Sociales la carrera de Ciencias de la Comunicación es la más numerosa.

“Han existido expresiones de periodistas –no corregidas ni enmendadas por colegas del propio medio o sus superiores– que, lejos de importar afirmaciones de hechos o apreciaciones opinables, llenan de vergüenza e indignación por sus contenidos clasistas y racistas, y por la supina ignorancia que revelan”, sostiene la resolución en sus considerandos.

El borrador de la resolución ya se analizaba desde que el cortocircuito de algunos medios puso en pantalla el conflicto literalmente blanco sobre negro. “De este lado, son gente bien vestida, que tienen familias, y se van temerosos porque vienen los otros, los piqueteros violentos”, dijo la cronista televisiva describiendo los roces del primer cacerolazo en la Plaza de Mayo, cuando los partidarios de D’Elía se dirigían hacia la plaza con ánimo de pocos amigos hacia los caceroleros rubios.

“Como formadores de periodistas, como espacio de análisis y de crítica, nos inquietó fuertemente el modo en que las empresas de comunicación afrontaron durante todos estos días el conflicto agropecuario -Federico Schuster, decano de Ciencias Sociales–. Más allá de que lo de la cronista haya sido un claro prejuicio ingenuo o consciente, lo grave es que no fue corregido por un responsable”, sostuvo el decano.

La resolución del consejo directivo tampoco hizo eje en un hecho en particular sino sobre la falta “notoria de contrastes en las posiciones dadas a conocer en los medios sobre las medidas de las cuatro entidades que las convocaron, así como sobre sus causas y consecuencias”. A partir de los groseros desaciertos, el consejo puso de manifiesto “en especial para los medios audiovisuales” la “necesidad de la sanción de una ley democrática de radiodifusión que garantice los derechos del público a acceder a información plural, lo que conlleva la existencia de medidas tendientes a controlar los procesos de concentración mediática y de maniobras de monopolio informativo”.

El consejo mostró su preocupación porque los medios no manifestaran interés en enmendar los “dichos discriminatorios de quienes actúan por sus cámaras, micrófonos o páginas”, e impulsó a “los propios periodistas a que, a través de sus organizaciones, hagan públicas sus reflexiones ante actitudes antidemocráticas o discriminatorias de sus colegas y los medios de comunicación”.

El consejo resolvió finalmente exhortar al Comfer, el Inadi y el Consejo de la Mujer a poner en funcionamiento el Observatorio de la Discriminación en los medios que integran entre los tres organismos y que fue creado por decreto en el marco del Plan Nacional Contra la Discriminación.

“Estas críticas, si las dice el Gobierno queda en un umbral determinado. No por nada, al día siguiente del discurso en la plaza, dos grandes periódicos coincidieron en denunciar las críticas presidenciales como una amenaza a la libertad de prensa –aseguró Schuster–. Pero nosotros no somos ninguna estructura del Gobierno, tenemos autonomía y podemos decirlo porque somos formadores de periodistas: coincidimos en defender la libertad de prensa, pero quisimos mostrarles a nuestros alumnos que así no se hace periodismo.”

Se fue un tipo extraordinario

Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que ...