5.10.08

A punto de cumplirse 516 años de aquel 12 de Octubre que marcó el inicio de la invasión europea a nuestro continente, es saludable volver a leer la conocida carta "Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa", escrita por el periodista venezolano Luis Britto García y al parecer publicada por primera vez el 18 de octubre de 1990 por el diario El Nacional, de Caracas. El texto es una obra de ficción, pero de una ingeniosidad filosa y de una legitimidad tan actual, que vale la pena releerlo.

EUROPA DEBE EMPEZAR A PAGAR SU
DEUDA CON LOS INDOAMERICANOS
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuauhtémoc, he venido a encontrar a los que celebran el encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace sólo quinientos años. Aquí pues, nos encontramos todos.
Sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano!
¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos.
¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios.
Yo, Guaicaipuro Cuauhtémoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fue más que el inicio de un plan "Marshalltezuma", para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, en armadas invencibles, en terceros reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como en Panamá, pero sin canal. En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de quinientos años, tanto de cancelar el capital y sus intereses, cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta y provee todo el tercer mundo. Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás puede funcionar y nos obliga a reclamarles, para su propio bien, el pago del capital y los intereses que, tan generosamente, hemos demorado todos estos siglos en cobrar. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarle a nuestros hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas de 20 y hasta 30% de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10%, acumulado sólo durante los últimos trescientos años, con doscientos años de gracia.
Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de trescientos.
Es decir, un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra. Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre? Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del viejo continente, y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán. Porque esa bala, es el corazón de Europa.

4.10.08

Una valija por aquí y nada por allá
COMO POR ARTE DE MAFIA

Por Juan Carlos Camaño (*)

No pocos capitalistas se preguntan, también dentro de las pantallas de los televisores, si estamos asistiendo al desplome del imperio. ¡Qué momento! Hasta ayer mismo era impensable semejante interrogante en las filas de los dueños del dinero. Tiembla la tierra y oscurece el horizonte.
La magnitud de la crisis no permite, ni siquiera a los expertos, de aquí y allí, armar fuegos de artificio, cortinas de humo, distracciones masivas. A tal punto que hasta los más empecinados en agitar la famosa valijita del soplón del FBI y la CIA , Antonini Wilson, han tenido que achicar el espacio en los medios de comunicación con el temita de los ochocientos mil dólares. No es para menos, el cimbronazo del capitalismo, en su recamara –EE.UU.- es, dicen, admiten, aseguran, e intentan convencernos, de setecientos mil millones de dólares. Sin embargo, las malas lenguas, de los “perros comunistas”, hablan de algo más: una cifra aproximada al millón de millones de dólares.
Entonces, claro, toda prestidigitación alrededor de la valijita de Antonini se desvanece frente al despatarre financiero producido en el centro del universo, punto neurálgico de las más refinadas corrupciones a escala planetaria. La valijita del soplón del FBI y la CIA se reduce a cenizas. Pero ni así deja de ser alumbrada por el foco de la “transparencia”. Empeño emprendido por hombres, mujeres y organizaciones que, con el estandarte de la “ética” y la “moral” dominante, rinden tributo, directa o indirectamente, a lo que EE.UU, hace aparecer y desaparecer como por arte de mafia: una valijita –la de Antonini- que sale, incesante, de la galera y otras dos sepultadas bajo siete llaves.
La valijita del soplón del FBI y la CIA , vale recordar, cobró un impulso inusitado, mientras por otra parte otras dos valijas, de alto poder explosivo, no alcanzaron ni remotamente un tiempo horario considerable en el espacio mediático. Ambas valijas, con cargamento letal, se perdieron detrás del telón de la “ética” y la “moral” que riegan por el mundo la Casa Blanca y el Pentágono, con sus líneas informativas comunicacionales y sus organismos transnacionales de espías y torturadores.
Recordemos: en la valijita del soplón del FBI y la CIA había ochocientos mil dólares. En las dos de escasa prensa: quinientas balas, en una, y seis detonadores nucleares, en la otra. Dos valijas, dos cargamentos, con implicados de alto rango del actual gobierno de Estados Unidos y el Pentágono. Reiteramos: tiembla la tierra y oscurece el horizonte. ¿Alguien dio la orden de callar? Puede que sí y puede que no. La mentira y el silencio conforman una unidad de sentido en el proceso de reproducción del capital, tanto material como simbólico.
Con la valijita del soplón, Antonini Wilson, se mantiene el asedio –política de desgaste- sobre la presidenta de la Argentina , Cristina Fernández de Kirchner y el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías. En cambio con la valija que contenía 500 balas –enviada desde Nueva York a La Paz-, y la que transportó 6 detonadores nucleares –desde EE.UU. a Taiwán, para ponerlos delante de las narices de China- ningún acoso, nada de alboroto, ningún desgaste. Sí, asquerosas censuras y autocensuras.
El cargamento con las 500 balas, que pasó diferentes controles aéreos sin dificultades, se topó en el Aeropuerto de La Paz con un retén aduanero y al quedar descubierta la señorita encargada de la encomienda, apareció un justificativo irrisorio y ofensivo: “Los proyectiles son para la práctica deportiva” (Autor: Philip Goldberg, quien por muchos otros motivos más graves todavía, fuera expulsado, como embajador de EE.UU. en Bolivia, a instancia de una firme decisión del gobierno de Evo Morales).
Acerca de la valija, con el sello de la “guerra preventiva” y, por ende, con olor a sangre humana, el Pentágono dijo, de manera escueta, que los militares a cargo del operativo –apuntar a China desde Taiwán-, habían incumplido con algunas de sus responsabilidades. ¿Tan sólo eso?
Philip Goldberg se fue de Bolivia advirtiéndole a Evo Morales que había cometido un error al expulsarlo. Lo que en buen romance, en el diccionario de la diplomacia yanki, significa hacer explícita, a los cuatro vientos, una amenaza, también con olor a sangre humana.
Por su parte el Pentágono, “contrariado” por las “irregularidades” de algunos de sus miembros, afectos al terrorismo nuclear, presenta excusas de ocasión, sin modificar un ápice su despliegue guerrerista. El que, es de sencilla deducción, se intensificará siguiendo los pasos del descalabro financiero. A más crisis interna, más barbarie externa. Regla de oro de las metrópolis imperialistas.
En síntesis: la valijita de Antonini Wilson, las valijas de la muerte –una en La Paz , otra en Taiwán-, la amenaza de Philip Goldberg a Evo Morales y las insultantes “disculpas” del Pentágono, son conejos de una misma galera. Todo, como por arte de mafia.


(*) Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)

Se fue un tipo extraordinario

Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que ...