1.2.06

La vereda de enfrente
El entierro de la palabra

Por Gabriel Schnitman, especial para Babilonia Periodística

Y la música siguió en el espesor de la niebla
el dolor parecía inmenso, creía ser un Dios de la nada,
rescataba de las tinieblas aquel amor,
conducía su corazón hasta el filo del ultimo vagón.

Y ahora, ¿que mundo nos queda por desear?,
la dulce espera de la muerte súbita,
o la llegada de una oleada de dignidad,
casi que lloro, o ya había llorado en un día de lluvia
casi que tiembla mi mano derecha,
y donde quedo todo eso que soñaba,
adonde fue a parar el primer duende de la historia.

Cortinas de humo en la gente de corbata
la visión no es la misma de antes, ya no se mira con los ojos,
no se ve como ayer, ya no se busca la vanidad escondida,
se reluce sin querer ese olor a entierro de nuestro ser.
Nuestro querido ser,
Ser o no ser, o tal vez dejar de ser,
dedicarse a nivelar la conducta ajena,
escribir un libro que nunca será publicado,
jugar a la rayuela sin llegar al cielo,
besar y ver el otro lado de calle,
o mimetizar el alma como el pez que reposa en la pecera,
ese agua azulada, esa suciedad inmunda, ese desastre natural.

El rezo se vuelve la costumbre de los perdidos.
de la cabeza es mejor en estos casos no hablar,
se sabe (y esto es conocido por la mayoría de los creyentes)
que la fe muere por la boca,
y que uno no es más que una porción de lo que fue,
que nunca será lo que sería,
que jamás mirará lo que miraba aquella tarde oscura de abril.
y que seguramente será muy difícil (pero no imposible) recuperar
lo que dejaron en el jardín junto a la maceta gris.

Rezar, es morder la manzana prohibida para ver si
a Dios se le ocurre volver a aparecer,
si el impedimento es solo espiritual o acaso material,
si alguna vez hizo lo que tendría
que haber hecho desde antes de su nacimiento: Jamas haber nacido.
Reitero: Dios jamás debería haber nacido.

Gritos en la calle de muerte,
llantos pintados en las murallas del dolor
Se respira retorciendo placidamente la frente,
dirigiéndola lentamente hacia el más allá.
Y si te preguntan que hay del otro lado, responderás
que del otro lado esta el otro lado.
Porque así es como son las cosas.
No hay casualidad posible en este pequeño mundo imposible,
imposible de explicar, de frenar, de contener.

Uvas blancas con un buen vino tinto.
Lógica receta de una noche sin lógica.

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Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que ...