20.10.22

Se fue un tipo extraordinario


Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que por ese entonces en la ciudad de San Carlos de Bolivar, de donde era oriundo el viejo, eran un tanto remolones a la hora de anotarlo y se demoraron dos días en hacerlo. 

Mi viejo fue y será por siempre un gran ejemplo para mí en muchas cosas. Aprendí por acción u omisión. Me enseño cosas que me sirvieron como persona, como amigo, como hijo, y también otras que tome desde que soy padre. Ernesto no era una persona de muchas palabras, era de esas que predicaba con el ejemplo. LITERAL. Con mi viejo no existieron muchas charlas de esas que los padres modernos de hoy si tenemos, y no digo que esté ni bien ni mal. Es como fue. Sus lecturas eran los diarios, la radio, la calle.

Desde que tengo uso de memoria lo recuerdo a mi viejo trabajado. Él me contaba que ya a los 11 años tuvo que salir a laburar para que su hermana, su mamá y él pudieran comer. Perdió a su papá changarín muy chiquito y no le quedó otra que salir a buscar el mango. Mientras terminaba la escuela primaria, en una sastrería histórica del pueblo aprendió el oficio que lo acompañaría el resto de su vida. Me contaba con cierto asombro y quizás orgullo, que su casa era una de las pocas que era de ladrillo en toda la cuadra, que las demás eran prácticamente todas de barro. Y que la había levantado su padre. Me habló de su caballo, con el que iba a la escuela. Que su primer trabajo fue vender diarios. 

Al poco tiempo, para escapar de la hambruna pueblerina se vinieron a vivir a La Matanza, más precisamente a Tapiales, para luego llegar a La Talada donde continuó hasta el último capítulo. Fue ahí, donde en un taller de costura de su amigo Nicola con el que trabajaba, conoció a el amor de su vida. Una jovencita italiana de ojos verdes que recién había llegado de Italia y se convirtió en su compañera de ruta. Dorita, no les spoileo demasiado, luego de varios años, mi mamá. 

Así comenzó la historia, al poquito tiempo se fueron a vivir juntos, se casaron, perdieron un hijo varón, nació la primer hija mujer (Mabel), luego la del medio (Verónica), y por último y 20 años después!!! de su primera hija, llegó quién relata esto (Fernando), o sea yo.

Y a mis 5 o 6 años como les decía aproximadamente comienzan mis recuerdos, algunos seguramente difusos y no del todo claros, otros un tanto recreados quizás. Pero como les decía tengo el recuerdo de verlo a mi viejo todos los días levantarse muy temprano, antes de las 6 de la mañana, para ir a trabajar.
 Su rutina era más o menos así en ese entonces, a las 7 hs entraba en Atributos militares, donde confeccionaba los galones para los trajes de las Fuerzas armadas. Salía a la tarde y pasaba por un par de casas de vestir muy paquetas del centro (Giesso, Rhoders, Cervantes) a retirar pantalones, ambos, chalecos, etc para realizarle confecciones. Llegaba a casa tipo 17 hs y se quedaba cociendo hasta las 11 de la noche o más que terminaba con las prendas que al otro día tenía que entregar. 

Cientos de noches largas, de radio Colonia de fondo, de agujas, dedales, tijeras gigantes, de pedalear en la máquina de coser. De escucharlo cantar o tararear casi siempre la misma canción, esa de Cadícamo que decía más o menos así… “¡Afuera es noche y llueve tanto!... Ven a mi lado, me dijiste, hoy tu palabra es como un manto... un manto grato de amistad... 

 Y así todos los días. La vieja le daba una mano descociendo, cociendo, planchando con esas máquinas súper pesadas, era una coequiper de lujo en el taller de casa. Eso mientras nos preparaba la comida, se ocupaba de la casa y todo lo que un ama de casa de ese entonces hacía. 

Además los fines de semana el viejo tenía otra changuita por si fuera poco, era Control de entradas de espectáculos de distintas compañías cinematográficas. Y gracias a eso íbamos casi todos los fines de semana al Autocine o al cine a ver de todo. No subíamos 25 personas al Fiat 128 Super Europa y arrancaba el planazo. Comíamos en el auto todos algo que había preparado la vieja mientras mirábamos la peli. Éramos felices con muy poco por aquellos tiempos. Lo teníamos todo. Casi que no faltaba ninguna figurita en el álbum. Antes de todo esto mi viejo también fue taxista, así lo registra el reloj de aquel auto que todavía está de recuerdo en el galpón de casa, pero yo en ese entonces no había nacido y no tengo mucho registro.

Los fines de semana cuando me despertaba me gustaba pasarme a la cama de mis viejos para acostarme al lado de mi papá mientras mi vieja le llevaba mate. Ahí tuve mis mejores clases de historia. Me acuerdo desde muy chico preguntarle sobre Perón, Alfonsín, Malvinas, sobre los militares, los desaparecidos, los próceres, como le caían las bombas cerca en la Revolución Libertadora del 55 etc. Le sacaba tema sobre cualquier cosa porque en esas charlas me hacía sentir más grande. Mientras me hacía el avioncito y me levantaba por el aire con los pies y las manos. 

Otra de las grandes virtudes que tenía mi viejo era su aguante, su fuerza para reponerse a las adversidades. Mi viejo era resiliente antes que existiese esa palabra, o más aún se debería haber inventado por él. La vida le dio duro y parejo y siempre fue para adelante. No le daba lugar si quiera a la palabra depresión. Mi viejo fue un gran luchador. Pocas veces le vi derramar una lágrima, la procesión va por dentro dicen.

Allá por el año 93´ mientras tenía a su suegro internado en sus últimos días de vida (Salvador, mi abuelo materno; y el único que yo pude conocer) en uno de los reemplazos que iba a hacer para cuidarlo al hospital, un accidente automovilístico lo dejó a él al borde de la muerte. Varias semanas en terapia intensiva, pulmón pinchado, traumatismos y fracturas de todo tipo y color. No se dio por vencido, y tras un gran trabajo de los médicos del hospital Naval, lograron salvarle la vida. A partir de ahí tuvo que reconvertir su vida. Las consecuencias físicas le impidieron seguir trabajando con normalidad, y lo terminaron jubilando por invalidez. No pudo flexionar más la pierna izquierda ni la cadera, por lo tanto se tuvo que olvidar de manejar, perdiendo mucha independencia. Así y todo siguió adelante porque afuera tenia a mi vieja y a sus hijos que lo necesitaban como a nada en el mundo. En mi caso con un problemita, digamos que bastante serio de salud, del cual no me podía permitir transitarlo sin el apoyo fundamental de mi viejo. 

Ahí retomó con más fuerza el amor por sus plantas, sus cactus, la terraza se volvió su oficina al aire libre, su terapia alternativa donde pasaba horas dando vida a través de sus plantitas. Acompañado durante casi 40 años por su loro Cachito, que quería la papa, que cantaba la marcha peronista y “atendía” a los clientes de la mercería de la vieja con su clásico “Quién es…” o llamando a mi hermana “Mabeeeel”, un grande Cacho. Aunque a mí nunca me quiso mucho, creo que porque era chiquito y me tenía un poco de celos. Cada vez que podía me tiraba un picotazo posta. 

También el viejo tuvo su época de peces, de pajaritos, y los últimos años tuvo locura por mis/sus gatos. La última fue Anita, que lo acompaño hasta el último suspiro, y por la que preguntaba 148 vences por día. Dónde está la Susa?? , sobrenombre del felino mimoso. 

Siempre sentí una deuda con mis padres, creo que ellos hicieron por mí, y obvio por mis hermanas también, todo lo que estuvo a su alcance y más. Y si hay algo que no hicieron, fue por no darse cuenta. A pesar de que ahora solo tenga lagrimas en los ojos, y un dolor muy grande en el corazón que no me deja pensar mucho en otra cosa, siento un ENORME orgullo por la mamá y el papá que me tocaron. Me llena de felicidad el afecto que recibí de todos cuando le tocó el turno de irse a mi vieja hace ya casi 3 años, y en estos días con el viejo. Mensajes y palabras llenas de afecto, de cariño y respeto.  

En estos tiempos donde lamentablemente no está de moda ser buena gente, donde todos están más preocupados por aparentar esto o a aquello, por como salen en las fotos, por tener el último modelo de tal o cual cosa, me da una felicidad que me explota el pecho de ver lo que fueron mis viejos. La austeridad, la bondad y los valores con la que se manejaron en la vida, con la familia, sus amigos, no encuentro a nadie que hable mal de ellos. A pesar de todas las cosas malas que les tocaron transitar en el largo recorrido que fue su vida, creo que ellos fueron millonarios de momentos. Con sus hijos, sus nietos, sus amigos.  

Los últimos años del viejo sin su compañera fueron muy difíciles, desde todo punto de vista. Sus patologías se empezaron a agudizar, el paso inexorable del tiempo. Caídas varias, ciertos desvaríos, pérdida de audición etc. Pero como les vengo diciendo el viejo era un Luchador. Y puso toda su voluntad para seguir adelante. Desde nuestro lugar hicimos lo que pudimos para que se sienta lo mejor posible. Contra todo pronóstico, y con varias internaciones de por medio, siguió adelante.

La semana pasada llegó por última vez a la terraza de casa, donde no subía hacía tres meses, previo a la última estadía en el hospital donde ingresó con un Hemotórax y un hematoma cerebral. Con el último aliento y mucho esfuerzo subió las escaleras para ver a sus plantitas, las revisó casi una por una, dio las indicaciones de poner más tierra en algunas, no llenarlas tanto agua a otras, se comió su picadita y se sentó a tomar un poco de sol. Sin saber seguramente que iba a ser el último, o quizás él si lo sabía y por eso valió el esfuerzo. 

De su parte hizo siempre todo lo que dependió de él, hasta que su cuerpo de 88 años y de largo aliento le dijo basta, hasta acá llegamos.

En estas horas el egoísmo de ya no tenerlo físicamente conmigo me inunda el alma, pero sé que con el paso del tiempo eso ira mermando y de a poco dolerá un poco menos y el recuerdo de las cosas buenas va a emerger y prevalecer, de las cuales muchas seguramente me olvidé de mencionar en estas líneas. Del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer dice la melodía.. y así será.

Estará en mis hermanas y en mí transmitir el legado que nos dejaron nuestros viejos a sus nietos, algunos los disfrutaron más otros menos por una cuestión cronológica. Ojalá nuestros hijos y nuestro entorno en general, vean en nosotros derramar al menos algún reflejo de todo lo bueno que fueron ellos. 

El 5 de diciembre, así de repente, sin mucho prologo como era su estilo, y en la habitación de su casa, dejó de latir el corazón de un tipo EXTRAORDINARIO al que todos llamaban Ernesto, y yo PAPÁ.

TE AMO CON EL ALMA VIEJO.

Tu hijo, Fernando.-

Se fue un tipo extraordinario

Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que ...