9.12.09

"Los peces no piden autógrafos"


Por Ezequiel Fernández Moores


¿Por qué pasa usted tanto tiempo a bordo de su yate?", le preguntaron una vez a Tiger Woods.
Y Woods, que venía de un descanso largo en su barco "Privacy" (Privacidad), respondió: "Porque los peces no piden autógrafos".


Tiger debutó ante las cámaras de la CBS cuando tenía apenas tres años.
Papá Earl, un ex combatiente que le puso a su hijo el apodo de un ex militar vietnamita, llevó a Tiger al Mike Douglas Show para que mostrara sus habilidades en el golf. Cinco años después, le designó un psicólogo deportivo que premiaba con monedas sus aciertos. Así empezó una de las carreras más exitosas en la historia del deporte mundial. Alimentada además por una imagen de pura pulcritud. Esa imagen hoy está en crisis tras revelarse supuestas y repetidas infidelidades matrimoniales. La prensa sensacionalista ya le detectó hasta diez supuestas amantes. Son medios que suelen pagar a cambio de información. Pero el resto de la prensa también se subió al carro. El célebre show Saturday Night Live emitió este sábado una sátira patética en la que Woods es "golpeado" por su esposa, la modelo sueca Elin Nordegren. Y ayer mismo la prensa volvió a sacudirse. Una mujer rubia fue sacada en ambulancia de la casa de Tiger. Los boletines aturdían. Hasta que se supo que era la suegra, con un problema estomacal. El deportista "perfecto", el hombre que había puesto un muro a su intimidad, tiene hoy a toda la prensa husmeando sobre su vida. "Mejor que no sea perfecto, el problema es que la IMG nos lo vendió así", criticó el periodista Dan Wetzel.


IMG, su agente comercial, convirtió este año a Tiger en el primer deportista de la historia que supera los 1000 millones de dólares de ganancias. El noventa por ciento de esa suma fue pagada por los patrocinadores. "Todavía hay canchas en los Estados Unidos en las que no puedo jugar por el color de mi piel", decía Tiger en su primer comercial de TV, un anuncio que Nike trasmitió en 1996 por ESPN. Tiger tenía 20 años y era su primera semana como profesional. Provocador sí, pero los 90 no eran los duros 50, cuando Charlie Sifford, el primer gran golfista afroamericano, tenía que sacar los excrementos que racistas fanáticos le ponían en los hoyos. El periodista James Glassman, de The Washington Post, desafió a Woods y a Nike a que encontraran una cancha que le prohibiera su ingreso por su color de piel. Ambos tuvieron que rectificarse. Tiempo después, Tiger se negó a responder cuando le preguntaron si adhería a un boicot de las hermanas Venus y Serena Williams a jugar en Carolina del Sur, porque en ese estado flameaba aún la vieja bandera racista de la Confederación. "Sólo recuerdas que eres negro para los comerciales", lo criticó la periodista Christin Brennan, del USA Today.


En 1997, IMG acordó una entrevista especial con la revista GQ. La intención era agrandar la cartera de patrocinadores. Tiger tenía 21 años. En limusina, camino a la sesión de fotos, Tiger contó chistes infantiles y de mal gusto sobre los negros y las lesbianas. "Esto no es para publicar", advirtió al cronista. "Tarde", le respondió Charles Pierce. El periodista recordó también en ese artículo las declaraciones que papá Earl había hecho poco antes a la revista Sports Illustrated, orgulloso porque su hijo, con sangre tailandesa, china, africana, indoamericana y europea, era "un puente" entre Oriente y Occidente. "Tiger –dijo Earl, fallecido en 2006– hará más que cualquier hombre para cambiar la historia de la humanidad. Puede unir a todo el mundo. Es el niño universal". Pierce, que pasó varios días con la familia Woods, cerró su artículo diciendo: "No creo que Tiger Woods cambie a la humanidad más de lo que lo hizo Chuck Berry. Creo más en el Tiger Woods que se insulta a sí mismo contando chistes sobre negros que en el redentor del golf, de los Estados Unidos y del resto del mundo". Cuentan que Woods quedó horrorizado. Y que por eso en los últimos doce años sólo concedió ocasionales entrevistas para la TV, seguramente bajo condiciones previamente acordadas, con un selecto número de periodistas. Su vida se convirtió en modelo.


El programa del Tiger Woods Learning Center, un instituto de educación que abrió la Fundación Tiger Woods y por el que ya pasaron unos 10 millones de niños de menores recursos, recurre al libro Start Something (Empezar Algo), donde Earl Woods cuenta la educación que dio a su hijo.
"Tiger está orgulloso de que lo llamen modelo a seguir, no porque gane torneos de golf, sino porque se esfuerza mucho para aportar algo a la comunidad, defender todo aquello en lo que cree y ayudar a los demás a ser lo mejores que puedan", escribió papá Earl en el capítulo "Sé un héroe cotidiano". Y agrega más adelante: "Nunca oirás a Tiger decir a la gente lo que tiene que hacer o cómo vivir su vida, pero él lo muestra a diario en su forma de comportarse, con clase, dignidad y respeto hacia los demás". La Savanna High School, que forma parte del programa, debió apelar estos días a personal de seguridad para expulsar a los periodistas que querían preguntarle a los niños de la escuela qué opinaban de los últimos episodios ocurridos en la vida privada de Tiger Woods.


Los patrocinadores le dieron pleno apoyo. Tienen que defender su campaña de "Be like Tiger" (Sé como Tiger) o "Go on, be a Tiger". Y Tiger se vio obligado a salir de su silencio y a hablar en público de su vida privada. Ofreció disculpas, reiteró su derecho a la intimidad y se declaró "lejos de ser perfecto". Richard Williams, una de las principales firmas del británico The Guardian, lo criticó por haber evitado siempre a la prensa y le pidió que afronte el escándalo "con un poco de honestidad". Los lectores destrozaron al periodista. "¿Por qué Tiger debería estar obligado a hablar con la prensa?" "¿Con qué derecho le exige usted a Tiger «honestidad» cuando su problema ha sido privado y él no ha cometido ningún delito?" Más filoso, otro dijo: "Es depresivo ver cómo los medios que creen representarnos han gastado tanto tiempo para hablar de la vida privada de un ídolo deportivo, en lugar de investigar a los políticos, a la policía y a los bancos".


William Rhoden, autor de un buen libro sobre los atletas negros de los Estados Unidos, escribió en The New York Times que los ídolos deportivos que venden en los comerciales una imagen perfecta "no pueden jugar la carta de la privacidad cuando se desnuda su hipocresía". Lo sintió así el fanático John Ziegler, sacerdote de la "First Church of Tiger Woods", quien disolvió su "iglesia" tras el escándalo.


Otro periodista del Times, Charles McGrath, recordó que Woods ganó buena parte de su dinero construyendo una imagen de "hombre decente", elaborada también por su condición de "golfista", un deporte donde el propio jugador es árbitro de sí mismo y cuyas figuras suelen estar lejos del escándalo. "Es tiempo de aceptar que los ídolos deportivos son modelos para las tarjetas de crédito o para vender zapatillas, pero no son modelos sociales", añadió Maureen Dowd. "Ahora llorará en la TV y pedirá disculpas y la prensa dirá que esto lo hará una persona mejor", ironizó el inglés Paul Hayward. "Los periodistas –se quejó un lector– trabajan para una enferma industria pornográfica llamada periodismo". ¿Son los niños los que necesitan un ídolo deportivo perfecto o la industria del deporte, prensa incluida? ¿Que Tiger haya vendido su alma a esa industria implica que también vendió su vida privada y la de toda su familia? ¿Deben dar los ídolos deportivos el mismo ejemplo de corrección que se les pide a los políticos? Y si fueran políticos, ¿importa más con quién se acuestan o si pertenecen a la mafia?


Suelo recurrir en estas ocasiones a un texto del chileno Ariel Dorfman, que no hace más que renovar la pregunta: "¿Cómo es posible –se preguntó una vez Dorfman, dirigiéndose a la prensa, pero también a los aficionados– que nos importe tanto el drama de quién es el hombre más rápido del planeta, quién nada con más celeridad en el agua estilo mariposa, cuál es el equipo más diestro para manipular un balón y no recordemos, en cambio, quién es el más valiente en la lucha contra la inequidad, el más tenaz en denunciar la polución, el más sereno en insistir en que no podemos dormir tranquilos mientras millones de nuestros congéneres tienen hambre? No tengo nada en contra de los colosales levantadores de pesas o de las maravillosas gimnastas ni menos contra quienes hacen goles a granel, con las manos o con los pies. Pero la pregunta sigue ahí, desafiante, terrible. ¿Y por qué no sabemos los seres vivos y pensantes de este planeta la respuesta?"

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