26.7.06

Conmovedora carta de un palestino al soldado israelí capturado en Gaza

¿Gilad, te acordarás de nosotros?

Por Nasser Atallah Al-Falastiniya (*)

Sonríe, Gilad Shalit, estás en Gaza. Mira, tenemos un mar azul y pan caliente. Nos quedan también algunos niños que vuestras balas no han abatido, pero que sufren el hambre que les imponéis. Pero no te preocupes. Curaremos tus heridas y no dudaremos un segundo en recurrir a nuestra pobre reserva de medicamentos para darte los que puedas necesitar. Tranquilízate, Gilad Shalit, no te haremos ningún daño. Te pondrás bien. Y mañana, cuando vuelvas a casa, hablarás de nosotros. Escribirás tus memorias en calma, y verás a tu pueblo vivir próspero, con sus calles animadas y perfumadas por la flor del naranjo. Y si vuelven a tu mente imágenes de árboles caídos, de casas destruidas, de cementerios de adolescentes, de callejuelas obstruidas por los escombros y horadadas de cráteres, recordarás que todo eso es obra vuestra.
Aquí eres nuestro invitado, Gilad Shalit. A pesar de tu uniforme. A pesar de las órdenes que ejecutas, y de que te mandan a rociarnos con plomo y fuego. Como buen soldado, tu única preocupación es obedecer órdenes y cobrar tu sueldo cada fin de mes. ¿Sabes, Gilad Shalit, que a mí hace cuatro meses que no me pagan mi salario?
Con tu permiso, Gilad Shalit, vamos a conservarte algún tiempo entre nosotros. Para que vengas a mi casa y conozcas a mis hijos. Les preguntarás tú mismo de qué tienen ganas en ese momento, y por qué no pueden ir de vacaciones a lo de esos parientes que viven lejos, a quienes no se les permite venir a visitarnos. Le preguntarás al más pequeño por qué últimamente su papá es tan duro con él y sus hermanos. Te lo llevarás aparte, porque quizás en mi presencia no se anime a decirte que ya no se le da dinero. Fíjate, entrarás en la cocina y abrirás el refrigerador. ¡No te sorprendas, está vacío!
Conocerás a mi vecina. Viene a casa a menudo. Todavía no se ha recuperado de la pérdida de su marido, muerto estúpidamente cuando llevaba a casa el vestido comprado ese mismo día para festejar su primer aniversario de casamiento. ¡Tuvo la mala suerte de pasar por la calle El-Cheikh-Radwane [en Gaza] justo en el momento en que explotaba un coche alcanzado por tu aviación! A la vecina solo le quedará la pérdida de su amado, mientras que tú, Gilad Shalit, pronto estrecharás a tu novia entre tus brazos y la llevarás a bailar. Y olvidarás completamente que aquí tus manos han derramado la sangre de una inocente, que allí han derribado un árbol o desplomado el techo de una casa sobre sus habitantes.
No tengas miedo, Gilad Shalit, comerás lo mejor que tenemos… Por cierto, somos muy conscientes de que lo poco que tenemos no es digno de un soldado como tú, acostumbrado a tres comidas diarias equilibradas, acompañadas de esa agradable bebida estadounidense y seguidas de un buen postre. Pero sé indulgente, pues no sabemos ser como vosotros. Vosotros que nos habéis oprimido tanto, que habéis usurpado tanto nuestros derechos y que insistís en sembrar la muerte entre nosotros.
Gilad Shalit, sé que la potencia de tu ejército te hace sentir invulnerable, que tu Parlamento se ha movilizado al máximo por tu caso, que tus agentes y amigos se esfuerzan para conseguir devolverte a tu madre, que llorará de alegría cuando te estreche entre sus brazos, y a tu hermano que te hará un bonito regalo para aliviar tus sufrimientos y hacerte olvidar la difícil prueba que has atravesado. Quizás hasta te ofrezcan hacer un largo viaje para ayudarte a olvidar tu estancia entre nosotros. Pero nosotros, nosotros no deseamos que nos olvides, como tus dirigentes olvidan el dolor que infligís a nuestras madres y a nuestros niños. No queremos que olvides las casas destruidas, las calles intransitables, los árboles derribados ni los prisioneros que se pudren en vuestras cárceles e hinchan de dolor el corazón de los suyos. No queremos que olvides los cementerios, cada vez más grandes, donde están enterrados nuestros adolescentes. No queremos que olvides la consecuencia de vuestro bloqueo sobre nuestras reservas de medicamentos o de harina.
Pero recuerda, Gilad Shalit, que no te hemos traído para matarte, ni para asustarte, sino para que tus dirigentes sepan que nada podrán contra nosotros que no hayan intentado ya, y que la injusticia hace crecer en nosotros la fuerza de mover montañas.

(*) Traducido para Rebelión por Sebastián Risau

Se fue un tipo extraordinario

Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que ...