18.11.07

EL GABINETE DE CRISTINA KIRCHNER


El cambio que no cambia


Por Nelson Castro



La columna del domingo pasado, haciendo referencia a las primeras decisiones de Cristina Fernández de Kirchner, cerraba así: “¿Será –como lo afirmó en campaña– el cambio que no cambia? Esa es la pregunta, Hamlet dixit”. Pues bien, a juzgar por el anuncio de la conformación de su gabinete, la pregunta ya tiene una respuesta y hay que decir, en honor a la verdad, que CFK ha cumplido con su palabra. El nuevo gabinete, más allá de la designación del contador Florencio Aníbal Randazzo como ministro del Interior (atención Scioli), la de Martín Lousteau como ministro de Economía y la acertada creación del Ministerio de Ciencia, que estará a cargo de Lino Barañao, un científico de prestigio, demuestra que la presidenta electa ha cumplido su promesa de ser el cambio que no cambia. Primera nota al pie: no se incluye al profesor Juan Carlos Tedesco como ministro de Educación, otro buen nombramiento, porque ya se venía desempeñando como segundo del licenciado Daniel Filmus en el Ministerio. El nuevo gabinete se definió en medio de una trama de intrigas y operaciones políticas que obligaron al matrimonio presidencial a apurar los anuncios. Nótese, a todo esto, la total falta de protagonismo del vicepresidente electo. Al respecto de Julio Cobos –que de él se trata– sobrevuela entre los radicales K un estado de desasosiego y malhumor creciente. Las malas lenguas del Senado, que son muchas y muy malas, andan difundiendo a los cuatro vientos que, al recibir a Cobos en una reunión, algunos senadores kirchneristas le recordaron que tuviera en cuenta que no era un senador sino más bien un invitado. Segunda nota al pie: por las dudas, es conveniente recordarle al ingeniero Cobos el acotado número de tareas que le fija la Constitución Nacional al vicepresidente. Son dos, que quedan establecidas en dos artículos: el 57 y el 88, según se lee: Artículo 57: El vicepresidente será presidente del Senado; pero no tendrá voto sino en el caso que haya empate (situación, hoy día, inimaginable de acuerdo con la composición que tendrá la Cámara alta a partir del 10 de diciembre próximo). Artículo 88: En caso de enfermedad, ausencia de la Capital, muerte, renuncia o destitución del presidente, el Poder Ejecutivo será ejercido por el vicepresidente de la Nación. La presidenta, afortunadamente, goza de buena salud y se sabe que, salvo el caso de Cámpora, los presidentes peronistas nunca renuncian. La realidad de Cobos en el Senado va a ser muy particular. Poco querido por muchos de los que integran el Frente para la Victoria, menos querido, aún, por sus ex correligionarios radicales y el resto de la oposición, y habiendo anunciado, a su vez, la conformación de un bloque de legisladores K, su situación va a ser compleja. Hay que decir, en honor a la verdad, que, hasta aquí, tanto el Presidente como la presidenta electa han tenido, para con el todavía gobernador de Mendoza, la generosidad de la nada, lo que es injusto ya que los hechos demuestran que el aporte de votos que trajeron Cobos y el resto de radicales K fue vital para permitir que CFK pudiera superar el porcentaje del 45% en la elección del 28 de octubre, según lo confirmó el escrutinio definitivo en la semana que pasó. Recordemos que el 45% es número mágico en la reformada Constitución del ’94 ya que, a partir de ahí, no hay segunda vuelta sea cual fuere la diferencia entre el primero y el segundo. Pero volvamos al matrimonio presidencial y a sus designaciones ministeriales. El centro de la atención se posó sobre el ministro de Economía, Martín Lousteau. Antes de focalizar nuestra mirada sobre él, cabe hacerse, una vez más, estas preguntas: ¿Por qué se fue Miguel Peirano quien, hasta unos días antes del domingo pasado, era número puesto? ¿Fue el problema de salud que aqueja a su madre, y que naturalmente le preocupa, la causa real o fue una excusa? ¿Cuánto pesó en la decisión de los Kirchner de deshacerse de él la disputa por sus desacuerdos con las formas y con el fondo del señor Moreno? Aquí las respuestas. El problema personal de Peirano existió así como también existió la pelea con Moreno. Y esa pelea lo dejó muy expuesto y desacreditado por partida doble. Quedó desacreditado frente a la gente del INDEK, ya que tuvo que reconocer que no pudo revertir la decisión de Moreno de echar a los trece despedidos, a los que se les había asegurado su continuidad en el Instituto; y quedó descolocado frente a Néstor Kirchner y a Cristina, que es Kirchner, al no comprender que Moreno también es Kirchner. Hablando de Moreno: es evidente que, por ahora, “Lassie” goza de buena salud. Su suerte podría estar definiéndose en estas horas en Olivos. Como dijo alguien desde las entrañas del poder: “Los días de este señor están contados. Eso sí, esos días pueden ser 21, 100, 400 o 1.461 o vaya a saberse cuántos”. Se sabe que Néstor Kirchner lo defiende a capa y espada y que Cristina es más crítica. Sin embargo, el final está abierto. De todos modos, que desde hace varios días la discusión gire alrededor de una persona que es un funcionario de segunda línea –al fin y al cabo, Moreno no es un ministro sino tan sólo un secretario– es una clara muestra del poder que representa y que es, obviamente, el de Kirchner. Un párrafo aparte merece la actitud de ciertos sectores del poder económico que clamaban por la continuidad de Peirano. Cuando supieron que se iba, expresaron, siempre por lo bajo, su disconformidad. Algunos dicen haber recibido un mensaje de parte del ministro saliente: apoyen a mi sucesor. En este universo de sobreactuaciones que genera el kichnerismo, ya hay quienes han salido a hablar de Lousteau como si fuera un candidato al Premio Nobel. Martín Lousteau es un economista con una muy buena formación y respetado en su ámbito profesional. En estas horas ha recibido elogios de sus colegas Ricardo López Murphy, Alfonso De Prat-Gay y Roberto Lavagna. No es poca cosa. Una de las primeras consecuencias de su nombramiento se ha visto reflejada en el mundo editorial ya que en la tarde del viernes pasado, durante una recorrida por varias e importantes librerías de la calle Florida, fue imposible conseguir su libro Sin atajos que, ante la súbita demanda producida a partir del jueves a media mañana, se agotó. Tercera nota al pie: hasta el jueves y ante su total fracaso de ventas, el libro se devolvía a la editorial de a cajas. No lo compraba nadie. En cambio, para mañana lunes, algunas de esas mismas librerías tienen encargados 400 ejemplares. Hay que reconocer que Sin atajos es un “ladrillo”. Pero, subidos a la “ola” de su lectura, rescatamos algunos párrafos (hay otros que se publican en distintas secciones del diario). Son los que se refieren a la inflación y dicen así: “… La verdadera receta ortodoxa para combatir la inflación no es de naturaleza cambiaria, sino múltiple: fiscal, evitando los déficits excesivos; monetaria, a través de un Banco Central que no genere expansión monetaria sino demanda; y regulatoria, con una apertura razonable al comercio internacional y una adecuada desregulación de los mercados internos que garantice la competencia. ”… La inflación actual también se explica por un defecto de falta de oferta. Es por ello que entre las principales medidas a tomar se cuenta el incentivo a la inversión. ”A mediano plazo, nada puede ser más efectivo que las empresas que están en los sectores recalentados inviertan para ampliar la capacidad instalada… Algunas de estas empresas no invertían en los años anteriores porque previamente tenían que reestructurar sus pasivos en dólares, y otras, extranjeras en su mayoría, porque el país se encontraba en default. ”... Hoy estas trabas prácticamente se han eliminado. Sin embargo, algunas de ellas tienen temores con respecto a la cuestión energética, clave en los sectores productores de materias primas industriales. ”Nadie quiere tener plantas inactivas por escasez de energía a precios competitivos, por lo que resulta prioritario despejar esta incógnita. Los acuerdos de precios sirven en el corto plazo pero no como imposición sino como parte de un esquema más amplio. ”Si el gobierno facilitara a ciertos sectores las herramientas necesarias para invertir podría exigir, a cambio, moderación con los precios en el corto plazo.” “En lugar de reaccionar intempestivamente, el combate contra la inflación requiere un diagnóstico y un rumbo claros. Despotricar e intentar imponer por la fuerza lo que a la larga resulta inconsistente con la realidad no resulta una buena política y crea una serie de psicosis colectivas, injustificadas en vista de las condiciones macroeconómicas imperantes. “En lugar de ello, sería mejor que el Gobierno hiciera pública su lectura de la situación en el corto, mediano, y largo plazo y que comunicase las medidas a tomar para cumplir con sus objetivos. ”Así podrá comunicar que la suba de precios es lógica luego de una crisis estructural como la vivida y dado el ritmo de crecimiento actual (pág. 64).” Como se desprende de este texto, queda claro que Lousteau reconoce la existencia de una crisis energética y señala que el manejo de la inflación con medidas intempestivas –es decir a lo Moreno, que es Kirchner– es algo que no comparte. Por lo tanto, surgen aquí varios interrogantes, a saber: ¿Qué pasará si sigue el señor Moreno y su método de la “imposición”? ¿Podrá lograr la normalización del INDEK? ¿Qué papel tendrá en el anunciado acuerdo social? Vista su justificada preocupación por el tema energético, ¿cómo será su relación con el señor Julio De Vido, el poderoso ministro cuyo plan de obras de infraestructura forma parte del “mañana que nunca llega” quien, a su vez, niega los apagones que muchos empresarios, temerosos de denunciarlos, sufren en sus fábricas? En fin, como verá el lector, la columna se ha acabado y estoy otra vez aquí, como en el comienzo, invadido por las preguntas. Buen momento para seguir leyendo Hamlet.

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Su documento de identidad decía que mi viejo nació un 25 de agosto de 1933, aunque en realidad su cumpleaños era el 23 de agosto, se ve que ...