15.8.07

General Jorge Alberto Tereso

Actuó en la ESMA, Massera lo premió y Kirchner lo ascendió




El actual director de Planeamiento del Ejército Argentino (foto izquierda) actuó en el emblemático campo de concentración de la última dictadura entre 1976 y 1977. El entonces jefe de la Armada propuso condecorarlo por esos servicios y el temible Carlos Suárez Mason ordenó que aceptara la distinción, junto a otros oficiales de su arma. Al inicio de la gestión K, el general Tereso había sido sancionado por pedir que otros represores presos pasaran la Navidad en familia. Pero después elevó su jerarquía.


Por Pepe Eliaschev


Condecorado por Emilio Eduardo Massera y con el aval personal de Carlos Guillermo Suárez Mason, un general de división del Ejército Argentino promovido a su actual grado por el presidente Néstor Kirchner ocupa hoy el cargo de director de Planeamiento del Estado Mayor General del arma.
Jorge Alberto Tereso ascendió a general de división al comenzar 2005, un año después de que fuera bloqueada su nominación como secretario general del Ejército, cargo al que llegó de la mano del jefe del arma, teniente general Roberto Bendini.
Una investigación le permitió a PERFIL comprobar que, siendo teniente 1º, Tereso participó del célebre Grupo de Tareas 3.3, de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), durante los peores años de la guerra sucia contra la subversión, de 1976 a 1977.
La presencia de Tereso en el GT3.3, en el que sobresalieron los exponentes más celebres del terror de Estado, como Antonio Pernías, el “Tigre” Acosta, Rubén Chamorro y Alfredo Astiz, entre otros, motivó la condecoración de la Armada. En la edición 4254 del Boletín Público del Ejército (BPE), fechada el 13 de junio de 1979, se publica en página 434 la disposición firmada por el entonces general Suárez Mason, autorizando a Tereso y otros oficiales a aceptar la medalla de Massera. El texto completo del documento se publica en página 14.
Foja de servicios. Jorge Alberto Tereso se hizo notorio a fines de 2004, pocos meses después de que Kirchner asumiera la presidencia, cuando el juez federal Jorge Ballestero denegó un pedido del Ejército para que seis represores pasaran en sus hogares la semana de las fiestas de Navidad. Procesados con prisión preventiva en una causa por el secuestro y desaparición de una veintena de montoneros en 1980, fueron defendidos por Tereso y su superior, Bendini. En coincidencia, la Sala II de la Cámara Federal porteña ordenó prisión preventiva, en la misma causa, para los represores Julio Bellene, Jorge Granada, Jorge Arias Duval y Julio A. Simón.
Al resolver varias situaciones procesales de los imputados, la Sala II (Horacio Cattani, Martín Irurzún, Eduardo Luraschi), mantuvo a finales de 2003 los criterios ya expuestos en enero de ese año (cuando ratificó la preventiva para 13 represores) y rechazó varios planteos de las defensas.
Tereso era secretario general de Bendini cuando pidió el 13 de diciembre de 2003 que en las familiares fiestas navideñas los arrestados en unidades militares pudieran esperar a Papá Noel junto a sus seres queridos. Y no elevó entonces el pedido a título meramente personal. Su solicitud fue acompañada por cartas escritas por los militares presos, que apelaban a “razones humanitarias” y al “contenido espiritual” de las celebraciones. El propio Tereso se refería a los acusados como “personal militar afectado” y argumentaba ante el juez el “carácter excepcional que la denegatoria de la libertad tiene respecto a la regla de la libertad personal de los afectados”.
Como secretario general del Ejército, Tereso dirigía el órgano de asesoramiento político del jefe del arma, con quien funcionaba en el más estrecho vínculo. No obró solo. Alegó ante Ballestero que en 2002 el juez Claudio Bonadío, que entonces llevaba la causa, había autorizado una solicitud idéntica para beneficiar a varios represores detenidos, como Pascual Guerrieri, Carlos Fontana, José Pereiro, Julián Marina y los citados Granada y Simón, seis de los 13 detenidos con prisión preventiva por su actuación en la llamada “Operación Murciélago”, nombre que le puso el Ejército a la eliminación de una veintena de montoneros que en 1980 regresaron al país en la llamada “contraofensiva” de la organización comandada por Mario Eduardo Firmenich.
La Justicia determinó entonces que esos procesados integraban los Cuerpos I y II de Ejército, el Batallón 601 de Inteligencia y los Destacamentos de Inteligencia 123 y 201. Eran una “asociación ilícita”. Al frente del grupo estaban el ex presidente Leopoldo Fortunato Galtieri, fallecido el 12 de enero de 2003, y el ex general Suárez Mason, muerto el 21 de junio de 2005.
La defensa de sus camaradas presos que hizo Tereso como secretario general de Bendini fracasó. Kirchner asumió una actitud típica: lo defenestró a Tereso, pero meses más tarde lo premió con un ascenso.
El reto. El entonces ministro de Defensa, José Pampuro, removió a Jorge A. Tereso como secretario general del Ejército, le aplicó una sanción disciplinaria y refutó las explicaciones administrativas que Bendini había dado para justificar a su subordinado. En ese momento, Página/12 conjeturó que el relevo de Tereso apuntaba contra el corazón de la cúpula castrense y dejaba “en un incómodo lugar al titular de la fuerza, Roberto Bendini”.
Ninguna incomodidad: Bendini y Tereso sobrevivieron hasta este domingo 12 de agosto de 2007.
El Gobierno salió de ese atolladero de principios de 2004 responsabilizando personalmente a Tereso por el pedido, pero nadie podía ignorar que, en realidad, el secretario general del Ejército no actúa sin la venia del jefe del Estado Mayor. Pampuro le aplicó a Tereso una sanción disciplinaria por “haber actuado en ese tema sin solicitar la correspondiente autorización de las máximas autoridades de la cartera castrense”. Tereso y Bendini pertenecen al arma de Caballería.
En el gobierno de Fernando de la Rúa, durante la gestión del ya fallecido Ricardo Brinzoni como jefe del arma, el secretario general Eduardo Alfonso brindó asistencia a los presos, avalado por el ministro de Defensa, Ricardo López Murphy. Y durante el gobierno de Eduardo Duhalde, su ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, tampoco cuestionó el trámite realizado por el entonces secretario general, Daniel Raimundes, que pidió el beneficio que en 2003 le costó el puesto a Tereso. No hubo sorpresas. La Casa Rosada de Kirchner avaló a Bendini y preservó a Tereso.
El 5 de enero de 2004, Clarín aseguraba que “golpeado por la decisión del presidente Néstor Kirchner de remover a Tereso, el jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini, quiere que el ex secretario general permanezca en funciones en la cúpula de la fuerza. Sería una forma de atemperar el nuevo golpe sobre el generalato que significó el desplazamiento de Tereso, luego de que una veintena de generales pasara a retiro en mayo a raíz de la purga desatada en las cúpulas de las Fuerzas Armadas luego de la asunción de Kirchner”.
Era cierto, Kirchner y Bendini protegieron a Tereso. Tres años después de haber sido removido como secretario general del Ejército, el ex integrante del Grupo de Tareas de la ESMA era ascendido a general de división, en un pelotón de 187 oficiales.






El ascenso. El trámite del Senado dominado por Kirchner fue ultraveloz ese 20 de diciembre de 2006. De los 187 pliegos de ascenso considerados por la Cámara alta, se destacaban dos, el del general Tereso y el del capitán de navío Carlos Anzoátegui, cuestionados por organismos de derechos humanos, pero que sin duda ignoraban que el primero era un hombre de la ESMA.
Sobre Anzoátegui existía, además, una denuncia en la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), creada por el gobierno de Raúl Alfonsín en 1984, que lo vinculaba con la muerte de un soldado conscripto en 1977. Pero la obediente bancada oficialista se afanó por subrayar que ninguno de los pliegos había sido objetado por la Secretaría de Derechos Humanos dirigida por Eduardo Luis Duhalde, quien sí tuvo acceso a los legajos de cada uno de los militares.
Este diario está en condiciones de asegurar que muchos legajos de oficiales de alto rango aún en actividad, como Tereso, fueron retocados para depurarlos de cuestiones comprometedoras. Tereso fue reclutado en la ESMA porque el Ejército de entonces así lo dispuso y el hecho no podría haber sido sencillamente obviado de su historia profesional.
El kirchnerismo se esforzó en presentar un detallado dictamen en el caso de Tereso, enfatizando que en 2003 éste había cumplido con un trámite que en verdad impulsaba el jefe de la fuerza, el teniente general Bendini, reforzado por el informe que el propio Pampuro entregó, en defensa de Tereso y por escrito, a la Comisión de Acuerdos.
En el debate que precedió al ascenso de Tereso, el senador kirchnerista Marcelo Guinle aclaró que del informe de Pampuro se desprendía que “Tereso no había actuado por iniciativa personal, sino en el marco del vínculo jerárquico”, o sea en nombre de Bendini, su superior y titular del Ejército. Según “un destacado senador del oficialismo” citado por Página/12 ese año, “Tereso se estaba comiendo un garrón”. ¿Se comía un “garrón”? Claro que no.
Todo un “demócrata”. Un proyecto de resolución firmado por los diputados Jorge Rivas, Ariel Basteiro, Eduardo Di Pollina, Patricia Walsh, Margarita Jarque, Héctor Polino, Eduardo García, Claudio Lozano y Fabiana Ríos le pedía, ya en 2004, al ministro José Pampuro que explicara qué funciones efectivamente desempeñaba en el Ejército el todavía general de brigada Tereso, relevado de su cargo en diciembre de 2003 por orden del presidente de la República y designado director de Planeamiento de la Secretaría General del Ejército, apenas cuatro meses después de ser relevado de su cargo al frente de la misma secretaría por disposición de Kirchner.
El 2 de mayo de 2004, Página/12 reportaba la puesta en marcha de la segunda etapa del proyecto “La defensa nacional en la agenda democrática”. Según consignaba, el Ejército había comunicado que “el encargado de esa fuerza para coordinar el trabajo destinado a definir el rol de las fuerzas armadas en la Argentina” sería el general Tereso. Al día siguiente, el mismo diario aseguraba que la designación de Tereso como encargado del Ejército en el programa “La defensa nacional en la agenda democrática”, no había sido decisión de Pampuro, “sino una resolución castrense”, que el ministro no había hecho más que aceptar. La noticia, de todos modos, era que Tereso acababa de ser retirado de esa función.
Los diputados, muchos de ellos críticos del Gobierno, confesaban su confusión, porque “por un lado, de acuerdo con la documentación de que disponemos, Tereso no fue nunca encargado del Ejército en el programa ‘La defensa nacional en la agenda democrática’”. Es, o era, sí, integrante del comité académico de ese programa, para el que había sido convocado a título personal por el comité asesor, que preside nada menos que el ministro Pampuro. Por otra parte, si se ha relevado a Tereso de esa función, quien sea el que lo haya hecho debe considerar que si el general fue en un momento considerado apto para ella, ya no lo es. Pero entonces, decían, no se comprende por qué razones sigue al frente de la Dirección de Planeamiento, que debe llenar el encargo, según parece, de pensar el futuro del Ejército.
Como sucede con todas las iniciativas parlamentarias bloqueadas por el oficialismo, la del 3 de mayo de 2004 también capotó. El kirchnerismo no podía responder las preguntas centrales de aquel pedido de informes:
· ¿Existió algún cambio en la evaluación que el Ejecutivo efectuara oportunamente sobre la conducta adjudicada a Tereso y que avalara su designación al frente de la Dirección de Planeamiento de la Secretaría General del Ejército?
· ¿Es correcto que, según se hizo público, juntamente con la decisión de remover de su cargo a Tereso, el Ejecutivo, a través del Ministerio de Defensa, resolvió “aplicarle una sanción disciplinaria por el hecho de haber actuado en ese tema sin solicitar la correspondiente autorización de las máximas autoridades de la cartera castrense”?
· ¿Tereso fue sancionado tal como lo ordenara el Ejecutivo? De haber sido así, ¿en qué consistió la sanción aplicada? Dicha sanción, ¿tuvo cumplimiento efectivo?
· En caso de que Tereso no haya sido sancionado o de que, habiéndolo sido, no se haya efectivizado la sanción aplicada, ¿qué razones justifican una u otra alternativa?
· ¿Es correcto que la Dirección de Planeamiento depende de la Secretaría General del Ejército?
· ¿Es igualmente correcto que la Secretaría General del Ejército se halla a cargo del subsecretario general del Ejército, coronel Oscar Roberto Gómez?
· En caso de que los dos puntos anteriores hubiesen tenido respuesta afirmativa, justifique la circunstancia de que un general de brigada, como Tereso, dependa de un inferior jerárquico, como lo es el coronel Gómez.
· ¿Es correcta la información periodística (Clarín, 19-03-2004), según la cual “la recién creada Dirección de Planeamiento se ocupará de pensar el Ejército del futuro”?
· En caso afirmativo, ¿existen lineamientos políticos emanados del PEN que encuadren la tarea de pensar al Ejército del futuro; o, por el contrario, tal tarea se realiza a partir de criterios determinados de manera autónoma por el propio Ejército?
Algunos firmantes del pedido de informes (Rivas y Basteiro) fueron posteriormente reclutados por la Casa Rosada.
Azopardo 250, piso 5º. Desde el oficialismo se hizo lo humanamente posible para proteger a Kirchner. El 21 de marzo de 2004, Horacio Verbitsky escribió que “cuando el juez Jorge Ballestero negó la autorización (a lo solicitado por Tereso), el Gobierno se enteró y Kirchner ordenó relevar y sancionar a Tereso. Bendini respondió con un subterfugio burocrático para que no cumpliera el arresto”.
Las “sanciones” de Kirchner no son tan terribles. El decreto 431/2004 publicado en el Boletín Oficial del 12 de abril de ese año designaba al general de brigada Tereso como titular de la Dirección de Planeamiento de la Secretaría General del Ejército. ¿Las razones invocadas por la Casa Rosada? “Resulta necesario designar a un oficial superior en la fuerza Ejército”.
Tereso ocupa su cargo en el 5º piso del edificio del Estado Mayor General, Azopardo 250, el mismo solar desde donde despacha a partir del 1º de diciembre de 2005 la ministra de Defensa de Kirchner, la Dra. Nilda Garré.
Es una cruel pero elocuente mueca del destino que un condecorado integrante del Grupo de Tareas de la ESMA comparta el mismo techo con la ministra de un presidente que el 24 de marzo de 2004, desde el emplazamiento de la tétrica ex repartición naval, dijo, furioso: “Vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia, tantas atrocidades”. ¿Quién calló?

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