8.1.07

“Volver al pasado”, una historia bien Argentina

Por Fernando Neira

Elegir el tema de esta primera editorial política del 2007 no fue complicado, creo todos estamos de acuerdo en que el secuestro y aparición con vida del albañil y militante kirchnerita –así se cansaron de presentarlo los medios- Luis Geréz era “él” hecho excluyente de la semana.
Cuadro político zonal desconocido para el gran público, Geréz cobró protagonismo el 8 de septiembre de 2005 cuando, ante el fiscal Juan Murray, testificó haber sido picaneado en la comisaría Primera de la localidad bonaerense de Escobar durante los años 70. Esta declaración fue el escollo que impidió que el ex Comisario Luis Abelardo Patti asumiera como diputado nacional tras obtener casi 400 mil votos en las últimas elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires. Una decisión más que ética por parte de la Justicia aunque, como se comprobó, la cosa no terminó ahí.

Resulta difícil encontrarle la punta del ovillo a este asunto. Todavía hoy, a poco más de una semana del secuestro, puede resultar apresurado establecer un juicio definitivo sobre lo ocurrido. Incluso para los periodistas que caminamos la calle y contamos con un plus adicional de información, se complica porque los datos de este caso son tan escasos como parciales.
Por lo pronto les propongo que desmenucemos lo sucedido, pensemos quién se benefició y quién se perjudicó con el secuestro y aparición con vida de este militante justicialista.

* Gerez fue secuestrado por 3 personas que se movilizaban en un vehículo el miércoles 27 de diciembre mientras caminaba rumbo a una carnicería del barrio de Escobar.
* Desde la madrugada siguiente el gobierno desplegó un mega operativo de seguridad para encontrar al “nuevo” Julio López, en referencia al otro albañil bonaerense cuyo testimonio ante la Justicia permitió la condena perpetua del ex Comisario Miguel Etchecoltaz y que desapareció hace poco más de dos meses sin que la policía, la familia ni el gobierno tengan pistas firmes sobre lo acontecido.
* El viernes a las 20.40 el presidente Néstor Kirchner emitió un mensaje a través de la cadena nacional y advirtió con una firmeza demencial –que a uno le gustaría ver ante el FMI- que “no cedería a la extorsión”
* ¿Qué dice la versión oficial? que, 40 minutos después del discurso de Kirchner, Geréz apareció en las calles bonaerenses de Garín con signos de haber sido torturado. Desde ese momento se tejieron las más diversas hipótesis.

En su discurso, el presidente culpó a grupos paramilitares o parapoliciales tanto por la desaparición de López como por la de Gerez. Conclusión bastante acertada, no es una hipótesis descabellada, mucho menos después de los actos fascistas que militares retirados y en actividad realizaron hace unos meses en la Plaza San Martín o de aquella frase del represor Miguel Etchecolatz cuando ante los jueces aseguró que “eran los propios testigos quienes se estaban condenando al hablar”.
Aunque no fue muy difundido en los medios masivos, el pasado 9 de noviembre pasado Gerez denunció en el Congreso que le habían tajeado las cubiertas del auto y un individuo lo había amedrentado con un arma desde una camioneta mientras manejaba en plena Panamericana y sin mediar otro contacto o incidente alguno. Son dos antecedentes a los que alguien debió haber prestado mayor atención.
Hasta ahí, como vimos, todo suena muy lindo en el discurso oficial pero el Poder Ejecutivo no hizo autocrítica alguna. No sé escuchó a nadie cercano al gobierno diciendo che la verdad después del secuestro de López tendríamos que haber extremado un poco las medidas de seguridad para los testigos en peligro. Porque, por más que Gerez haya aparecido, no significa que no sea un López II, con la mayúscula y única diferencia que en este caso los encargados actuaron con la rapidez necesaria.
El voluntarismo del gobierno no alcanza contra el grado de peligrosidad que poseen estas sombras de botones dorados. La política de derechos humanos no termina con un acto en la ESMA o en solicitarle al jefe del Ejército, general Bendini, que descuelgue la foto del dictador Videla de una pared del Colegio Militar, sino que es necesaria un transformación mucho más de fondo. Y ojo, que quede muy en claro, que estoy totalmente de acuerdo con los actos en la ESMA y descolgar retratos de tiranos, pero –siempre hay un pero- no queremos que sean sólo golpes de efecto.

Otra de las barbaridades que se dijeron en la vorágine informativa, fue que los captores liberaron a Gerez por la presión impuesta por el presidente en su discurso. ¿Ustedes realmente se imaginan que quienes secuestraron a Gerez –especialmente si se confirma la teoría presidencial que intervino la mano de obra desocupada- estuvieron pendientes o fueron permeables a las palabras de Néstor Kirchner? yo estoy totalmente convencido de que no.
Otra hipótesis, digna de una película riojana de ciencia ficción pero que la digo para hacer sonar las dos campanas, fue la del ex presidente Carlos Menem, quien afirmó que el secuestro “lo diagramó el propio gobierno” quizás como parte de una estrategia electoral. Algo ridículo e innecesario políticamente si es que requiere algún tipo de análisis más profundo.

Una de las peores cosas que se desprenden de este episodio es el efecto que pueda acarrear en futuros testigos. Según entidades de derechos humanos, hubo testigos que se negaron a declarar, algunos de ellos al haber recibido amenazadas, incluso algunas radicadas en el exterior.
Una importante funcionaria de un ministerio -que pidió reserva de su identidad y que zafó de una matanza estudiantil provocada por la dictadura militar- se mudó de su domicilio particular debido a las reiteradas intimidaciones. Algo realmente lamentable que sucedió en 2007 cuando ya se cumplieron 23 años de la recuperación del Estado de Derecho.
Luis Geréz ya no vive en la casa de su madre en Escobar, ni en la de su esposa en San Fernando, y su paradero debe ser mantenido en secreto. Y quién les dice quizás este siendo custodiado por sus propios verdugos de los años de plomo. Esperemos que no sea así, por su propio bien y el de toda la democracia que nos queda.

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